19. Historia. El Escorial

Castañuelas icon - Spanish for LondonLos productos de un pueblo, como los actos de cualquier persona, muestran sus grandezas y miserias. Esto es lo que ocurre con la monumental obra de la que nos ocuparemos hoy. El Escorial es un complejo que contiene un palacio, una basílica, un panteón, una biblioteca, un colegio y un monasterio. Fue construido a instancias del rey Felipe II, entre 1563 y 1584. Su padre, el emperador Carlos V, había pedido en su testamento que se construyera un edificio para albergar sus restos, en un lugar diferente al de sus padres y abuelos. Entonces, su hijo comenzó las obras muy poco después, coincidiendo con el traslado de la capital a Madrid. Recordemos que, anteriormente, la capital del reino era Toledo. Felipe II era un hombre de hábitos sobrios, lo que se aprecia en las habitaciones reales, que eran notoriamente austeras. Además, el estilo general del Escorial es renacentista y carente de ornamentación, lo cual marca una diferencia muy visible con el estilo plateresco que caracterizaba la España de esa época.

El nombre del monasterio rememora la figura de San Lorenzo, un mártir cristiano que fue quemado vivo en una parrilla, por lo cual, popularmente se decía que el edificio tenía esa forma, pero esto no tiene absolutamente ningún fundamento, es una de esas cosas que mucha gente dice hasta que todos terminan creyendo que es verdad. Como en las redes sociales. Se popularizó la idea y todavía hay quienes creen que es cierta, aunque, lo miren como lo miren, no le van a ver forma de parrilla por ningún lado. No existen evidencias escritas que corroboren esa teoría, aunque tenemos muchísima documentación referida a la construcción, o sea que esto es palmariamente falso. Sí es cierto que Felipe II quería conmemorar su victoria contra los franceses en la batalla de San Quintín del año 1557, que tuvo lugar precisamente el día de San Lorenzo.

El Escorial y la Abadía de Westminster tienen algo en común, porque ambos edificios son el cementerio real. La diferencia es que en el Escorial no hay tumbas de políticos, escritores o científicos destacados, como ocurre en la abadía londinense. El Panteón de los Reyes está formado por una capilla circular de mármol y bronce, donde están los reyes y las reinas madres de reyes -pero no de reinas, porque ya sabemos que se pensaba que las mujeres no teníamos ninguna trascendencia histórica-, desde Carlos V hasta la actualidad, con muy pocas excepciones, ya que hay un par de reyes que están sepultados en otro sitio. De la capilla se sale por un largo y ancho corredor llamado el Panteón de Infantes. En España, los infantes y las infantas son los hijos de los reyes. El Escorial también cuenta con una fabulosa biblioteca que alberga una colección de miles de códices medievales, más de 600 incunables, es decir, libros de la época en que se inventó la imprenta, más de diez mil libros del siglo XVI, más de 2000 libros del siglo XVII y aún más del siglo XVIII. Es por tanto, un tesoro para la investigación histórica.

La colección pictórica del Escorial es un capítulo aparte, hay una enormidad de obras de afamados artistas renacentistas. Por motivos obvios, la temática es netamente religiosa, así que se van a encontrar con muchos Cristos, vírgenes y santos jalonando la visita. Los frescos del techo de la biblioteca son un capítulo aparte.

Pero si hay que centrarse en un único aspecto, yo elijo hablar de las reliquias. Porque resulta que el monasterio se construyó en plena Contrarreforma. Recuerden que Martín Lutero inició las hostilidades contra el papado, entre otras cosas, por el tema de la venta de reliquias e indulgencias. Básicamente, había muchos monjes y sacerdotes que andaban por Europa vendiendo chucherías: un mechón de pelo, un hueso de la mano, un pedazo de túnica, que presumiblemente habrían pertenecido a un santo o a una santa. Desde luego que vendían cualquier cosa, pero la gente era analfabeta y crédula, y los timaban vendiéndoles la esperanza de la ayuda divina. Se decía que estos objetos curaban enfermedades, hacían prosperar las cosechas o protegían el hogar. Y así, quitándoles las moneditas a los pobres campesinos, la iglesia llenaba sus arcas. Claro que les vendían gato por liebre, pero era un mundo dominado por el catolicismo y sus mitologías, y atreverse a discutirlas era impensable, porque la Inquisición, tan querida por Felipe II, acechaba inexorable. Hay un libro muy recomendable escrito por el medievalista francés Philippe Walter, llamado Mitología cristiana: fiestas, ritos y mitos de la Edad Media. Allí se cuenta una anécdota entre divertida y patética, la de un historiador que se recorre todas las iglesias de Europa en las que se dice que se conserva una porción de la cruz donde fue crucificado Jesucristo. Escrupulosamente, este hombre toma nota de todo lo que va encontrando, y al final de su recorrido deduce que, si todas esas reliquias fueran genuinas, no habrían talado un árbol sino un bosque entero para crucificar a Cristo.

Así las cosas, volvamos al Escorial, del que se dice orgullosamente que conserva una de las mayores colecciones de reliquias del mundo católico, entre huesos de santos y mártires, cabezas y diferentes objetos considerados sagrados. Esta era la iglesia de aquella época, en que para mayor abundamiento, la gente estaba obligada a entregar el diezmo en la misa, a la cual debía asistir obligariamente, y donde la aterrorizaban hablándoles del pecado y los fuegos eternos del infierno. Ante la perspectiva de ese horror, todos daban dinero: los ricos, mucho, ganándose así el derecho a ser sepultados dentro de la iglesia o enterrados al lado de ella. Los pobres, que no accedían a tales lujos -por lo cual no hay más que gente rica y poderosa en el interior de las iglesias, lo cual es la máxima evidencia de lo que estamos contando-, comprando una estampita inservible o algún hueso de cabra que les decían que era de un santo protector.

El Escorial también tenía hermosos jardines en los cuales había alrededor de cuatrocientas especies de plantas que los españoles llevaron allí desde América. Porque el tan católico Felipe II obtuvo el dinero para la construcción del Escorial con las riquezas producidas en América por los aborígenes y por los esclavos africanos, no por los parásitos españoles que iban a enriquecerse a costa de ellos. Imagínense que construir esta grandiosidad costó un ojo de la cara, pero el rey de España podía permitírselo, alegando que todo era para mayor gloria de Dios. Seguro. A Dios rogando y con el mazo dando.

 

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