20. Lengua. La letra Ñ

Sangria icon - Spanish for LondonEl logotipo de la CNN en español es CÑÑ. Sin embargo, esta letra no es exclusiva de nuestro idioma. Es parte del alfabeto de muchas otras lenguas, como el aymara (hablado en Bolivia y Perú), la lengua bubi (hablada por un grupo étnico de Guinea Ecuatorial), el chamorro (hablado en Oceanía), el gallego (de Galicia, en el noroeste español), el guaraní (de Paraguay, Brasil, Bolivia y el noreste de Argentina), el mapudungun (de Chile), el mixteco y el zapoteco (de México), el quechua (de la zona andina en Sudamérica), el tagalo (de Filipinas), el euskera (del País Vasco) y el wolof (de Senegal, Gambia y Mauritania). Guau. Pero de todas las lenguas que tienen esta grafía, el español es la que tiene más prensa. Eso es todo. Mucha gente piensa que se trata de una letra exclusiva de nuestra lengua, cuando en realidad, está hasta en la sopa.

¿Pero de dónde viene la eñe? Pues resulta que esta historia comienza en los monasterios de la Edad Media, antes de que Johannes Gutenberg creara la imprenta. Los libros se copiaban a mano, en una ardua y lenta labor llevada a cabo por monjes copistas a los que se denominaba amanuenses -porque escribían a mano, precisamente-. Los monasterios o abadías, que es lo mismo, eran los centros del saber medieval, allí estaban las bibliotecas. Se dice monasterios porque había monjes, pero también se llaman abadías, porque había un abad, es decir, un superior. O una abadesa y monjas, pero las mujeres en general, tal como pasaba en el resto de la sociedad, no hacían tareas intelectuales, salvo excepciones. Entonces, los monjes necesitaban materiales para poder escribir. Básicamente, tinta y pergamino. Porque esta es otra historia interesante. El papel fue inventado por los chinos siglos antes, pero en Europa se usaban pieles de oveja o de cabra como soporte de la escritura. El papel llegó en el siglo XI, de la mano de las invasiones árabes a Sicilia y España. Sin embargo, era considerado un material de baja calidad, inferior al pergamino, al punto de que en 1221, el emperador Federico II llegó a prohibir su uso para la redacción de documentos públicos. Pero el pergamino era muy caro, había que matar a un animal para quitarle la piel, y se necesitaban muchas pieles en las bibliotecas. En épocas en que un animal proveía la carne y la leche, que constituían una parte vital de la alimentación, no era cuestión de andar matándolos alegremente como si de mosquitos se tratara. Por ese motivo, era tan común la escritura de los palimpsestos, que eran pergaminos que habían sido usados, pero que luego se borraban para volver a escribir algo diferente sobre ellos. Se reutilizaban, en una especie de proceso de reciclaje primitivo. Otra cosa que hacían era aprovechar al máximo el espacio disponible, escribían todo el pergamino y no dejaban espacios en blanco, lo cual tornaba muy dificultosa la lectura. Por esa razón, los que sabían leer -que eran una minoría absoluta-, lo hacían en alta voz, para no perderse. Sabemos que las bibliotecas medievales eran lugares ruidosos, la gente no leía para sus adentros como hacemos hoy. Esto lo pueden leer en un libro llamado Historia de la lectura en el mundo occidental, del historiador francés Roger Chartier. Las características de la forma de escribir actual, como los signos de puntuación o el punto aparte, dejando una línea en blanco entre dos párrafos, son cosas que se difundirán con la imprenta, que abaratará extraordinariamente el costo de producción de un libro.

¿Y la eñe? Bueno, en latín había muchas palabras con doble ene, y en lugar de escribir nn escribían una ene con una virgulilla o pequeña línea curva encima, indicando que se trataba de dos letras ene, pero que las habían escrito así para ganar espacio. O sea que la eñe es una ene colocada encima de otra. Esto también se hacía con la combinación mn. Por ejemplo, somnus se escribía soñus, lo cual derivó en sueño. Anno se volvió año, y así. Es interesante observar que otras lenguas latinas, como el italiano, procedieron de otro modo: anno y sonno se quedaron con su doble ene.

Hasta aquí, nuestra historia de la eñe. Hay otras letras con historia, como la u y la v, la h, la g y la c. Seguiremos sus huellas.

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